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En algún momento, alguien debía hacer justicia con la desacreditada Cigarra.

No había lobo. Nunca había lobo. Jamás había visto otra cosa que no fueran cuatro hormigas, dos avispas, y tres escarabajos peloteros. Pasaba las horas muertas contemplando sus quehaceres y acariciando al perro, que dormía ocioso a su lado, casi todo el día. Los escarabajos le parecían fascinantes, bola arriba, bola abajo, bola enorme, casi mas grande que ellos. Ahí estaban con su misión vital, que ejercían sin cuestionarse jamás. Atareadísimos, como las hormigas, como las cigarras. De veras, ¿Quién había dicho que la cigarra era una vaga ociosa? A quien se le había ocurrido semejante insensatez. La cigarra no paraba de tocar, melodía, tras melodía, incansablemente, regalando notas a todas las criaturas del campo. Pedro la escuchaba y lo apreciaba. Las hormigas en sus fatigosas caminatas la escuchaban y trabajaban con mayor ahínco. “Si Cigarra no para de tocar, yo tampoco puedo olvidarme de lo que me corresponde”, pensaban. La abeja añadía su zumbido y sentía que la melodía era m

La partida de cartas

Hay mañanas que las palabras me sacan de la cama. No quieren esperar a que suene el despertador y, antes de que el mismo sol decida que ya es hora, sin ningún miramiento, me abren los párpados y me agitan el pecho. Esas mañanas las ideas, hartas de pulular sobre la cabeza de la escritora menos prolífica de la ciudad, deciden hacer un zumbido tan intenso que más vale levantarse. Dejo atrás el cuerpo calentito de mi hijo pequeño, quien suele buscar compañía en mitad de la noche. Lo dejo tranquilo, con la serenidad expansiva de quien duerme, respirando al compás de sus dulces sueños. Me pongo mi bata de lana beige, compañera fiel de líneas demasiado tempraneras, y sustituyendo un calor por otro, bajo a la cocina. Tengo que escribir mi tarde de ayer, la primera de gran felicidad después de unos días tan grises que, casi muero del cansancio. Que es lo que tiene la tristeza, que te agota. Me sentía exhausta, no podía más con un vacío que me pesaba tanto que no podía levantar las comisu

Tengo un crush.

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Tengo un crush. Atemporal. Despegado de cualquier noción lógica de tiempo o espacio. Como son todos mis crushes, como decía Proust, y no puedo estar más de acuerdo, “C`est notre imagination qui est responsable de l`amour, pas l`autre personne.” Conversamos, a través de los siglos, a través de páginas que dejó escritas, y en las que yo me encuentro como si de un espejo se tratara. Las escribió pensando en comunicarse de esta manera, buscando una conversación suspendida en el tiempo, al alcance que quien pudiera necesitarla. La atrapé yo. Adoro sus novelas. Me conmueven, encienden estancias oscuras de mi alma, abandonadas, prácticamente en desuso. Pero son sus ensayos lo que me enamora, porque ahí D. Miguel, me acompaña. Me acompaña en una soledad complicada e inevitable. Compartimos soledad, que para mi viene a ser lo mismo que decir que compartimos esas inquietudes tan peculiares, que es difícil que a alguien más le interesen. Y voilà. Mira tú por donde, de vez en cuando hay gente

Un violín abandonado.

Angustia en el agujero del estómago que intentas amortiguar tirando comida dentro. Para aplacar ese vacío caen tostadas, yogures, sándwiches, o cualquier cosa que tengas al alcance de tu mano y, se cuelan en el estómago como si de un agujero negro se tratara. Nada calma la sensación de desasosiego. Podrías tirarte por el cuello el mundo entero, gigante engullidor de lo que haga falta, nada va a saciarte, porque no es comida lo que buscas.  A veces es distracción, otras es amor, ¿o no es lo mismo? ¿No es el amor la mejor distracción que jamás se haya creado? Parando el tiempo, jugando con él a su antojo, porque lo mide bajo su propio baremo, lo dilata en la espera, y lo desintegra en compañía de tu ser favorito.  Y el desamor, ¿no es un aburrimiento, tedio mortal, que te asalta y te envuelve en una existencia gris, sin vaivenes, sin sorpresas, sin ilusión? Una vida anodina que, ya te puede rodear la magia del mundo, tú solo verás el color de tus adentros: plano, sin brillo y con un tono

The remains of the day

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The remains of the day. There is this day, I believe in every marriage, when one realises that the love of your life is not your companion. It happens to all of us, because marriage is not a love institution (sorry, spoiler here!) it is a family one. One ends up providing for the family, and not really for the partner, unfortunately. Attention is over, little touches here and there are over, and the everlasting marriage rolls day, after day, like a very much used wheel; thinner and wasted. And hence, you turn your eyes back and eventually, discover a better match. Well, you need to have a past, of course, but if you have it, you will realise how extremely happy your life would have been with this other person. And that will hit you, and your marriage, and your partner and, it will be a continuous tragedy. Unless you stop torturing yourself in that way. It is usually said that, love is infinite and, I believe so but, attention it is not. With the passing of the years, there won´t

DESPERTARES Y SONIDOS

Hay sonidos que te despiertan y otros que te invitan a seguir durmiendo. Recién amanecida, en ese intervalo de tiempo en que uno se mueve entre sus dos vidas: la sensorial y la onírica, escucho con atención. La vista aún se mantiene adormecida, el oído parece no descansar nunca. Busco pistas del nuevo día, calculando la hora y el lugar según lo que oigo. Hoy toca el rumor de la lluvia que invita a seguir en la cama, arroparte y soñitar. La luz es más suave, el canto de los pájaros más ligero y ese murmullo que evoca el fluir de los ríos, nos transporta en medio de la ciudad, a la naturaleza. Me entusiasma. Me entusiasma porque va al compás de mi propio carácter, normalmente tranquilo, pausado como gotas de lluvia, pero constante, en movimiento. Alterna momentos de mayor intensidad con algunos en los que meramente gotea, sin esfuerzo, dejándose ir. Un carácter soñador que, se complace de estirar cuanto más mejor, esos minutos de la recién estrenada vigilia donde, la vida se entrem

Sol toscano.

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Era una tarde de primeros de septiembre muy calurosa. Eran unas calles empedradas y en pendiente. Era una maleta demasiado grande. Todo era nuevo: ruidos, olores, paisajes. Creía que le estallaría la cabeza, y no sabía si era el cansancio -agudizado por un terrible madrugón-, todas esas sensaciones que invadían sus sentidos o, el vértigo de empezar. Pasar página. Estrenar capítulo. Dejar atrás otros días que constituían un pasado nada interesante, relevante o, a resaltar. Subió las escaleras al primer piso, tirando de la pesada maleta, con fuerza. Golpeando cada escalón con el peso de la misma. Era un pasillo sombrío, aún con la luz encendida, apenas se diferenciaban las formas de los peldaños. Concluía la última etapa de un viaje en el que, ese mismo día, había recorrido 1.363 km. en avión, atravesado Roma en tren, recorrido 231 km. en autobús por Lacio, Perugia y Toscana, uno en taxi intramuros y, 400 metros andando.  La patrona abrió la puerta, le dio las llaves y la bienvenida.